Sonia Barbosa Silva tiene 39 años y es de Portugal, aunque lleva prácticamente toda su vida en Asturias. Hace poco más de seis años su vida cambió radicalmente al subirse a una moto. Desde entonces, todo es diferente. Esta es la historia de esta mujer menuda, pero grande en superación, que desde que hizo aquel viaje de ‘paquete’ no ha parado de hacer kilómetros llevando su propia moto.
El viaje de Sonia en moto como acompañante de la amiga que la conducía, fue a Orense, “y me gustó tantísimo la sensación, que sabía que tendría una”, dice con rotundidad. Para ello, nuestra protagonista debía vencer una de las mayores trabas que se interponían en su inquebrantable decisión: su baja estatura (mide 1,54 metros), algo que reduce además la elección de la marca y modelo que necesariamente debía adaptarse o aproximarse a su anatomía.
“Recuerdo que no sabía ni subir ni bajar de la moto, por lo que, para evitar trastorno alguno, no quise apearme en la gasolinera cuando paramos a repostar, ¡qué vergüenza me dio!”, recuerda Barbosa.
Cuando ambas moteras llegaron a su destino, Sonia le preguntó a su amiga: “Miriam, ¿tú crees que yo podré llevar una?”. “¡Por supuesto! “, le contestó. Dicho y hecho. A la vuelta del viaje, Sonia se apuntó en la autoescuela.
“Veía las motos y soñaba con pilotar la mía y acabé comprándome una Ducati Monster 620, que no es muy alta”, cuenta Sonia. Aun así, y para adaptarla a su estatura, le tuvo que bajar la suspensión, al igual que a las otras dos máquinas que vinieron después.
“La verdad es que nunca he tenido la suerte de probar la moto que iba a llevar. He tenido
que guiarme por consejos, sugerencias, los ojos o el corazón”, comenta.
Lejos de rendirse, Sonia se las ingenió para poder llegar mejor al suelo. Así, se puso una pequeña alza en las botas, porque para ella “un centímetro, es mucho”, además de rebajar la altura del asiento, reduciendo también la comodidad, “llevo todo este tiempo sobre auténticas tablas. Todo sea para ganar en seguridad, aunque tenga que sacrificar un poco el confort”, manifiesta. Con esa Ducati, su primera moto, Sonia rodó cuatro años, haciéndole 60.000 kilómetros “muy bien aprovechados”.
Sin embargo, aún debía superar el rubor que sentía al pensar en los comentarios que levantaba sobre su moto debido a su talla: “Renuncié a ir a muchos sitios por vergüenza a que me vieran bajar de la moto y maniobrarla. Por ejemplo, cuando bajaba a la escuela de idiomas me ponía hasta colorada cada vez que la arrancaba porque el aparcamiento de motos estaba junto a un bar y todo el mundo se quedaba mirando”, relata Sonia. Pero era consciente de que si quería viajar, “tendría que dejar de lado esa horrible vergüenza que me impedía avanzar y disfrutar”.
A los cuatro meses de haberse sacado el carnet, Sonia le puso las alforjas a su moto y se fue en solitario hasta Portugal, donde tiene a casi toda su familia: “Cuando llegué a la gasolinera de Braga, la chica me preguntó: ¿Y los demás?, y al contestarle que viajaba yo sola, se quedó asombrada”. Por Oporto, desde los coches la grababan con los teléfonos móviles y ella, “cortésmente los saludaba. Fue toda una experiencia que ¡me encantó!”
Poco a poco, nuestra motera empezó a “explorar” y coger la moto para conocer sitios nuevos y curiosos, en su mayoría muy poco conocidos.
“Los días de descanso de mi trabajo los pasaba, y paso en la actualidad, porque es lo que más me gusta, perdida por algún pueblo de montaña, salto de agua, mirador, etc. Eso, unido a que me encanta viajar, porque creo que es una forma de abrir la mente y aprender, han hecho que vaya acumulando unas bonitas experiencias moteras ligadas a lugares con mucho encanto y que yo llamo paraísos”, confiesa como si de una declaración de principios se tratara.
Tras la Ducati, Sonia adquirió (“equivocadamente”, asegura ella), una deportiva, concretamente una Suzuki GSXR, con la que continuó haciendo exactamente lo mismo: viajar, explorar y descubrir.
“Salía a las 7:00 o 7:30 horas de la mañana y volvía a casa después de hacer 500 o 600 kilómetros, recorriendo puertos por carreteras en mal estado, con gravilla; pasando por pueblos, no sin hablar con los lugareños, algo que adoro… Llegaba a casa con el cuello, las muñecas y la espalda destrozados”.
Sonia sabía que los siguientes tres días de trabajo estaría con dolores, “algo que con la moto adecuada, conduciendo con una postura más cómoda, no sucedería”, reconoce. En septiembre del año pasado, se hizo con un grupo de moteros y en una semana la ruta de los Castillos del Loira y la Bretaña francesa con su moto deportiva, “y al segundo día estaba tomando ibuprofeno, teniéndome que poner el ‘Cómpex’ para que se relajara la musculatura. En la moto hay que disfrutar, no sufrir y yo veía a los demás erguidos, con maletas. En fin, como se tiene que ir en un viaje”.
El cansancio producido por la postura deportiva fue un detonante más que hizo que a su regreso del viaje por Francia decidiera encontrar una solución “y me puse a buscar una trail: postura cómoda, maletas, un depósito grande para no estar pendiente de repostar a menudo, o sea, una BMW”.
Y así fue. Sonia se compró una BMW F 650 GS 30 Years. “No pensé para nada en mi estatura, aunque la tuve que llevar a Damián, de DMX, en Madrid, que hizo un gran trabajo en la suspensión”. En la actualidad, Barbosa puede llevar su BMW con su metro 54 centímetros, “algo de lo que muchos se asombran y me preguntan cómo lo he hecho, felicitándome”. Aun así, continúa con sus ‘trucos’ y el asiento “también está rebajado, le quitamos espuma, así que sigo sobre una ‘tabla’, pero ya estoy acostumbrada”.
Para Sonia, ‘Trailera’, que así se llama su compañera de rutas desde que la compró, en noviembre de 2014, “ha sido, sin duda, una de mis mejores elecciones. Hago kilómetros y apenas noto el cansancio como antes sucedía. Ruedo por carreteras rotas y me encanta. No las sufro como antes”, admite.
En sus días de descanso, sigue buscando lugares bonitos que conocer, acercándose para pasar la mañana, la tarde o el día entero “con un bocadillo en mis maletas e intentando, simplemente, ser feliz, que ya es bastante”. En diciembre empezó a mostrar esos lugares y así nació el blog ‘Explorando el Paraíso en moto’.
“Sé que la red está llena de blogs, pero yo quise dar un paso más y decidí alojarlo en un periódico, para que llegara al mayor número de gente posible. Les envié un ‘email’ a los de ‘El Comercio’ y les pareció muy buena idea porque no tenían nada parecido”.
A los dos meses, los responsables del periódico enviaron a Sonia un correo para comunicarle que “les había encantado cómo había empezado el blog y que de seguir en esa línea tendría mucho eco. Yo no sé lo que pasará en un año o dos, pero lo que sí sé es que ya se habla de mi blog”, concluye Sonia.
Y así es porque a nuestra protagonista la envían muchos mensajes agradeciéndole las crónicas que hace, pues gracias a ellas da a conocer sitios como “el Partenón de las Fraguas, en Cantabria, o la cascada del Pímpano, en Villayón, a 50 metros de la carretera, y sin señal alguna, en donde uno puede meterse en la cueva y ver caer el agua delante de él”.
El que hace Sonia es un blog para todo el mundo, porque los lugares que visita son muy accesibles. El 90% de las rutas son por Asturias, Cantabria, León y Galicia, que es donde ella se mueve y muchas veces en solitario.
Pero Sonia no se dedica a esto. No es periodista, ni escritora, ella es conductora de un autobús en la localidad donde reside, “llevo más de 12 años en esta profesión. La moto consigue que desconecte del stress de mi trabajo, de la rutina y logra que en este mundo lleno de problemas y preocupaciones, encuentre un momento de felicidad, y más aún cuando alguien me dice ¡vaya sitio más bonito que conocí gracias a ti!”.
En la moto, la filosofía de Sonia es la misma que en la vida: “Sólo sé que no sé nada y me encanta aprender. Y como le digo a los que me piden consejo sobre si hacer algo o no, ¿por qué no?”, termina Sonia.
Eso, ¡por qué no!
Blog de Sonia Barbosa, http://blogs.elcomercio.es/explorando-paraiso-moto/
Video presentación del blog, https://www.youtube.com/watch?v=qYIMTjVcD8s