Por José M García y Pilar Moreno
Tardamos cuatro horas en pasar la frontera de Ruanda debido a que hacía pocos días había entrado en vigor un visado múltiple para Ruanda, Uganda y Kenia.
Al entrar en Ruanda esperábamos encontrar una población marcada por el genocidio ocurrido hace 20 años, pero nos sorprendió gratamente cómo en tan poco tiempo habían superado en gran parte ese drama.
La carretera principal hasta Kigali, la capital, estaba en buen estado y nos llamó la atención las moto-taxis que compartían las calles con nosotros. Las imágenes tan bestiales que vimos en el Memorial Center sobre el genocidio producido en 1994, nos impactaron muchísimo. No hay cifras exactas, pero se calcula que entre 800.000 y 1.000.000 de ruandeses fueron asesinados, la mayoría eran de la etnia minoritaria tutsi a manos de los hutus. La comunidad internacional tardó demasiado tiempo en reaccionar ante una masacre de tal envergadura.
Al ser un país tan pequeño, teníamos la idea de acercarnos a la frontera con Congo, pero se nos quitó de la cabeza cuando nos aconsejaron no ir debido al mal estado de las carreteras y la lluvia. Entonces decidimos seguir el viaje hacia Uganda por una carretera de montaña que subía hasta los 2.200 metros y que tenía unas grandiosas vistas.
Al llegar a la frontera, nos sellaron el carné de passage de la adventure y gestionaron el TIP (importación temporal) de la 650. Una vez dentro del país, nos dirigimos hacia el lago Bunyony, donde pasamos dos tranquilos días a orillas de él, que tiene una longitud de 25 kilómetros y que se quedó grabado en nuestra memoria.
Continuamos rumbo norte pasando cerca del Parque Nacional Queen Elizabeth. Ese día teníamos sentimientos encontrados, ya que al cruzar Ecuador nos dimos cuenta de que cada vez quedaba menos para acabar la aventura, lo cual nos generaba alegría y tristeza al mismo tiempo.
Abandonamos la ruta principal y nos dirigimos por pistas a una zona de lagos volcánicos con espectaculares cráteres. Vimos un lodge en el GPS y fuimos allí, aunque nada más llegar supimos que ese sitio no era para nosotros. El dueño inglés nos pedía 500 dólares por dormir en pensión completa, así que ante su negativa a nuestra acampada, decidimos seguir la marcha. Esta fue corta, ya que en apenas tres kilómetros paraamos para acampar en el cráter con vistas al lago. Sobre las dos de la mañana, cuando ya estábamos en las tiendas de campaña, un ruido de un 4×4 acercándose hacia nosotros nos sobresaltó. Salimos para ver que ocurría y vimos el dueño inglés borracho, acompañado de dos mujeres. Tras una pequeña e incoherente discusión conseguimos que se largaran y seguir durmiendo, aunque aún teníamos el susto en el cuerpo.
Nuestra última parada en Uganda fue en Jinja, a orillas del enorme lago Victoria. Para llegar, cruzamos la capital, Kampala. Tardamos bastante en hacerlo debido al tráfico y al calor sofocante de la ciudad, donde teníamos que parar las motos para que los motores se enfriasen.
Después de Uganda, Kenia nos esperaba. Nada más llegar a la frontera, la amabilidad de los keniatas nos sorprendió. Dos días después llegamos a Massai Mara, donde nos alojamos en un lujoso sitio a las orillas del río Mara que nos había recomendado Alicia Sornosa. Fue una estancia muy agradable. Allí rodamos con las motos entre jirafas, cebras, ñus…y conocemos personalmente al propietario español de nuestro alojamiento.
Dos días de ruta nos llevaron a Nairobi. Una vez allí fuimos directos a la embajada de Etiopía para gestionar los visados, pero nos dijeron que teníamos que gestionar el visado en nuestro país, así que nos dirigimos a la embajada española. Allí habíamos quedado con Topo Pañeda, un madrileño que lleva viviendo más de 20 años en Kenia, tiene una agencia de viajes y también organiza impresionantes safaris en moto con Gustavo Cuervo. Un tío excelente que nos ayudó en todo lo que pudo. Lo primero que hizo fue localizarnos a un español que volaba esa misma noche a Europa y se llevaría nuestros pasaportes.
Topo nos acompañó al mítico Jungle Junction, punto obligado de paso de todo viajero en vehículo que está cruzando África.
Nuestro amigo Alejandro Arderius nos consiguió el contacto perfecto en París para gestionarnos los visados y enviarnos los pasaportes de nuevo a Nairobi.
Aprovechamos estos días para hacer un poco de todo, decidir la ruta a Etiopía y hacer algo de turismo por Nairobi.
Recibidos los pasaportes por DHL, nos fuimos directos a la embajada de Sudán para gestionar los visados, que estarían preparados al día siguiente.
Por fin y después de darle muchas vueltas, habíamos decidido la ruta para ir a Etiopía. Iríamos por el Lago Turkana, que, aunque no era la ruta recomendada nos habían hablado muy bien de ella, pese a que fuesen 800 kilómetros de tramos complicados donde no había apenas presencia humana, aparte de poblados de tribus locales Samburu y Turkana.
Nos costó mucho conseguir que nos sellaran el passage de salida de la Adventure, ya que se empeñaban en que hiciésemos la ruta de Moyale, que era la recomendada. Finalmente conseguimos que nos lo sellaran, así que, a efectos de la documentación, ya estábamos fuera de Kenia.
Y por fin con las motos revisadas, los visados de Etiopía y Sudán, el papeleo terminado y después de diez días en Nairobi, arrancábamos para cruzar a Etiopía por la ruta de Turkana.
Fueron días donde la situación se complicó de verdad y realmente pensé en algún momento que no había sido buena idea elegir esta ruta, aunque al final lo superamos.