Por Sonia Barbosa
Existen lugares donde la vista se pierde en el horizonte, alcanzando límites que confunden realidad e imaginación. Lugares en los que uno, estirando sus brazos, parece poder tocar el cielo con las yemas de sus dedos sin olvidarse de tener los pies en el suelo.
Miradores que, sin necesidad de ningún tipo de empuje artificial, se escriben con mayúsculas y se convierten en auténticos ventanales a la Naturaleza. Pero, no sabría decir si por suerte o por desgracia, no somos dueños de la climatología y un viaje a cualquiera de estos rincones podría convertirse, en condiciones adversas, simplemente en una sucesión de kilómetros, donde no llegaríamos a alcanzar el culmen. Debido a ello, este viaje ha sido un claro ejemplo de que ‘no importa el destino sino el camino’.
Durante el mismo, uno de nuestros principales objetivos, La Camperona, puerto situado a 1.597 metros de altitud en el municipio leonés de Sabero, estuvo gobernado por la niebla ocultando unas impactantes vistas tras un manto frío y blanco. En fin, un viaje caracterizado por alguna curiosidad histórica, las bajas temperaturas y una particularidad que seguramente asombre a aquellos que me conocen: viajar en compañía. Algo a lo que no estoy muy acostumbrada pero que hoy ha hecho de esta ruta, de cuya parte logística me hice cargo, algo diferente y especial.
Una gasolinera fue el punto de encuentro con Jorge y su BMW R 1200 GS, a la que él llama ‘Blanca’, y con Sergio y su R 1200 GS Adventure 30 Aniversario. Dos BMW, auténticas bellezas, que acompañarán durante esta travesía a ‘Trailera’, la pequeña de la familia GS. Sin olvidarme de Dani y su BMW R 1200 GS, conocida como ‘Pelirroja’, nombre fácilmente deducible por el color rojo del depósito. Con él, nos reunimos poco después de haber llegado al Alto de la Miranda, un lugar demasiado conocido por los moteros, algunos nombres de los cuales están fatídicamente ligados a este lugar.
Las comodidades de viajar en este tipo de motocicletas no sólo se disfrutan en los viajes de miles de kilómetros, sino que, desde el momento en que uno se sube a una, la posición erguida y las prestaciones que nos ofrecen, son ya de por sí las más adecuadas para este uso. Sin lugar a dudas, Sergio, que llevaba puestas las manoplas en su Adventure para proteger sus manos del frío, no tuvo ningún tipo de problema en este sentido. En mi BMW F 650 GS, los puños calefactables funcionaron a pleno rendimiento cumpliendo perfectamente su función.
Hacia la Collada de Mohandi, que delimita los concejos de Piloña y Ponga, la carretera asciende serpenteante y angosta por la ladera, dejando a nuestra derecha una hilera de cumbres que dibujan un paisaje difícil de olvidar. El rugoso asfalto pone a prueba las suspensiones de nuestras BMW que pasan el examen sin dificultad alguna. Y cada curva se convierte en una caja de sorpresas que preferimos no se abra. De esta manera, llegamos al alto, donde, después de esperar el paso del ganado suelto, la oscuridad creada por la vegetación que se cernía sobre la carretera durante la subida, desaparece, dejando al descubierto un escenario natural sin parangón.
El descenso nada tiene que envidiar a lo que ya hemos recorrido. Alguna curva ciega y un par de túneles horadados en la roca para dejar paso a una huidiza carretera. Y entre los pueblos que atravesamos, uno que merece una mención especial por su importancia histórica: Cazo. Su torre, probablemente sea la construcción de tipo civil más antigua de Asturias y es a su vez una de las más antiguas de esta tipología en España. Parece ser que en ella vivió la hija del rey Pelayo, lo que nos haría remontarnos al año 500, aunque en la data oficial del inmueble figura la época Románica y el S.XII. Curiosidades históricas que a mí, como una enamorada de la Historia, y habiendo cursado la misma en mis añorados tiempos universitarios, no me gusta dejar pasar de largo.
Ya en Sellaño, el río Ponga discurre paralelo a nuestra trayectoria. En San Juan de Beleño, la capital pongueta, cuyo nombre parece que deriva de ‘Belennus’, relacionado en la mitología celta con el dios de la luz y el sol, hacia el cual sentían especial admiración los habitantes de la zona, se alza frente a nosotros la imponente pared caliza del Tiatordos, también llamada ‘montaña perfecta’ por los senderistas o ‘Sobanciu’ por los lugareños, los cuales parecen vivir bajo la protección de semejante mole.
En este punto del viaje, tomo las riendas de la expedición hasta la Collada Llomena. En esta zona se encuentra uno de los hayedos mejores conservados de la península Ibérica, el bosque de Peloño. Desfilamos por una sucesión de curvas de herradura por las que es más fácil rodar gracias al amplio giro del manillar del que disponen nuestras BMW y ya, en el desfiladero de los Beyos, las hojas rojizas barren la carretera a modo de escoba limpiándola a nuestro paso. Por unos momentos, ‘Trailera’ y yo rodamos solas. Mi pequeña, pero gran compañera de rutas, desliza suavemente sus neumáticos por el asfalto con tal delicadeza y suavidad que es toda una delicia viajar sobre ella.
En el incansable embalse de Riaño, hicimos una pequeña parada para intercambiar sensaciones e inmortalizar el momento. No se puede pedir más a tan agradable compañía. Como mujer, nunca me he sentido discriminada por el sector masculino en este aspecto. Al contrario, no puedo tener una sola queja en este sentido. Y como considero que no tengo nada que demostrar a nadie, si tuviera que pedir ayuda para mover la moto en algún lugar en el que no pudiera sola, no tendría duda en hacerlo y estoy segura de que la encontraría. No soy mejor, ni peor por ello. Simplemente antepondría la seguridad a otros factores. He tenido que ingeniármelas en numerosas ocasiones donde las circunstancias no han sido muy propicias por el estado de la carretera o por su inclinación. Si ya es complicado hacerlo cuando tienes una estatura considerable, cuando ésta no te favorece, tienes que intentar salir del paso de la forma más segura posible.
Entramos en el municipio de Sabero, el cual posee una amplia historia que en los últimos años ha ido decayendo con el ocaso de la minería del carbón en la que se basaba gran parte de su economía. Desde Olleros, se divisa ya nuestro objetivo y nos encontramos con algún cartel publicitario de La Camperona, la cual será uno de los finales de etapa en la Vuelta Ciclista a España en 2016 (ya lo fue en 2104). Como curiosidad, la carretera se construyó para facilitar el acceso al repetidor de televisión que se encuentra en la misma. Desde Sotillos iniciamos un trepidante ascenso de tres kilómetros por un firme agrietado y resquebrajado. Las rampas, con una pendiente media del 15%, y las curvas, pocas pero terroríficas, se cierran dificultando el trazado. Una de ellas alcanza el 26 % de desnivel, por lo que se la conoce como ‘la curva de la muerte’.
Pero a nuestras GS nada les obstaculiza el paso y alcanzamos la cima como auténticos campeones en La Camperona. Ninguno de los cuatro había estado en este lugar previamente por lo que, en este viaje, eliminaremos de nuestra lista de pendientes este puerto considerado por los ciclistas todo un infierno. Supe de su existencia gracias a Cristalines GS y su ‘Rodeando en moto y más’, donde, con mucha más suerte que nosotros, él sí pudo disfrutar de la panorámica de 360º que se podría disfrutar allí arriba en un día despejado.
Hubo tiempo hasta para hacer off road y es que, por unos instantes, Sergio y su Adventure se perdieron entre la niebla por una pista por la cual, según nos contó, se llega hasta el hito geodésico. Junto a él, estarían las instalaciones de vigilancia contra incendios. Pero hoy, con esta molesta niebla, difícilmente podremos verlas. Y es que quien prueba una GS difícilmente se desprenderá de ella. Sino que se lo digan a Dani cuando, después de probar la de su amigo Toño, se desligó de aquella Ducati, su primera motocicleta, y adquirió una GS.
Estas dos palabras crearon una denominación que hizo su debut en el año 1980 con el mítico modelo R80G/S y cuyo significado, ‘Gelände/Strasse’, o lo que es lo mismo, ‘todo terreno/carretera’, hace honor a su polivalencia y su perfecta eficacia tanto en terreno asfaltado como en pistas. Unas siglas perfectamente consolidadas que hicieron que la marca BMW celebrara el 30 aniversario de la misma lanzando al mercado una edición especial caracterizada por el asiento tapizado rojo con las iniciales GS en relieve, la pantalla ahumada, nuevos cubremanetas, decoración conmemorativa en el depósito de combustible, etc. Sí, estoy describiendo a mi GS, ‘Trailera’, que forma parte de esta familia. Estéticamente, muy atractiva para mi gusto, y funcionalmente perfecta. He tenido que recorrer, previamente, varios estadios para poder llegar al que considero el adecuado para el uso que le doy a mi motocicleta, que es aquél que me hará disfrutar más de la misma.
Un viaje al que no le faltó el broche final en el que pudimos degustar comida tradicional en un restaurante de un municipio con mucha historia: Boñar, por el cual pasa el río Porma, que significa ‘agua caliente y borbotoneante’. Personalmente, eché de menos en la mesa a Perico, uno de los mayores aventureros que conozco y cuyas historias, a lomos de su GS, dejan boquiabiertos a cualquiera. Supongo que en otra ocasión será.
Dicen que logro transmitir con mis relatos y que la gente llega a involucrarse tanto que llega a viajar conmigo en cada uno de ellos. Realmente, escribo desde que era una niña y, ahora, escribo sobre lo que soy y lo que me gusta hacer: viajar en moto. Crónicas donde se mezclan historias humanas, tradición, cultura y, sobre todo, sentimientos. Aquellos que me transmiten las personas que me acompañan o las que se cruzan en mi camino y lugares, a los cuales, sólo por el hecho de ir en moto, cobran un carisma sin igual. Mis compañeros de ruta en esta salida: Sergio, Jorge y Dani, han convertido un viaje cualquiera en algo digno de contar. Recientemente leí una cita de Tim Cahill, uno de los mejores escritores de aventura y cuyos trabajos se han publicado en lugares de gran relevancia como el ‘National Geographic’ o ‘The New York Times’, que dice que “un viaje se mide mejor en amigos que en millas”. Algo con lo que no sólo estoy totalmente de acuerdo, sino que os aseguro que yo, de eso, puedo alardear que no me faltan.
Fuente Newsletter BMW Motorrad